Sangre y honor by Juan Carlos Losada

Sangre y honor by Juan Carlos Losada

autor:Juan Carlos Losada [Losada, Juan Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-06-01T04:00:00+00:00


El único consuelo a tanto dolor lo encontró nuestro soberano en la religión. Cada día rezaba más y con más recogimiento novenas, rosarios y preces. Creía nuestro soberano que las desgracias de su esposa e hijo eran un castigo del cielo a sus pecados carnales que en el pasado había cometido con cierta fruición. Varios eran los frailes que le acompañaban a todas horas, pero no siempre la sincera oración, aunque bálsamo para el alma, logra alumbrar el acierto de las decisiones. Es más, pienso que pueden nublar el entendimiento, porque nuestro soberano, en un intento de hacerse perdonar sus pecados, actuó en los asuntos de la guerra y del estado regido fundamentalmente por esa búsqueda de redención y pretendiendo ser un riguroso hijo de la Iglesia. Ello se vio, en estos años, en el gran problema de la rebelión de Flandes que se le unió a todos estos dramas personales; grave cuestión que se fue gestando y que, a las alturas que aún escribo esto, todavía está absorbiendo de nuestro reino hombres y dineros en una guerra que parece no tener fin y que ahora explicaré.

Hay que decir, ante todo, que cuando nuestro rey abandonó Flandes dejó a su hermanastra Margarita de Austria como gobernadora. Sin duda, el príncipe de Orange, el principal noble de los Países Bajos y uno de los favoritos del difunto emperador, aspiraba a tal cargo, por lo que el desengaño por no ser nombrado para desempeñarlo le hizo, a los ojos de todos nosotros, comenzar a sostener unas posturas críticas sobre el gobierno de la región, que, como ya relaté, molestaron seriamente a nuestro soberano. Fernando, que le conocía desde hacía tiempo, sostenía que no sólo era un ambicioso, sino un hereje encubierto, sospecha que, en esta ocasión, se vio respaldada por la verdad. No en vano, aunque él había sido educado en la verdadera fe, sus padres eran luteranos, por lo que siempre se había mostrado muy tolerante con ellos, excesivamente, según mi amigo. A decir verdad, Guillermo de Orange se habría de convertir sin tardar demasiado en uno de los principales enemigos de España, como veremos.

No obstante, las razones por las que el rey nombró a su hermana para la gobernación de Flandes eran fundadas: había nacido allí, conocía el idioma y las costumbres, era de noble estirpe y, sobre todo, era un personaje neutral entre las diversas familias de relevancia que aspiraban a la gobernación, muchas de las cuales ya estaban secretamente infectadas de la herejía luterana. Pero nuestro señor, siempre desconfiado, había dejado como mano derecha de la gobernadora al cardenal y obispo de Arras, el borgoñón Antonio de Granvela, aunque, justo es decirlo, más que ayudante de la señora era él quien ejercía el verdadero gobierno y quien mantenía la correspondencia con Felipe II. Y para ser exactos, el rey le había dejado instrucciones secretas de ser implacable en la persecución de la herejía que tanta presencia tenía en aquellas tierras y que era algo insoportable para la conciencia de nuestro señor.



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